En “La raíz de todos los males. Cómo el poder montó un sistema para la corrupción y la impunidad en la Argentina” (Planeta, 2018), Hugo Alconada Mon ajusta cuentas con políticos, empresarios, jueces, fiscales, periodistas y más. Por eso el autor dice que este libro es incómodo y no apto para lectores persuadidos de que “la culpa” es del otro: de un sólo sector, partido o estamento. Y por eso mismo, porque cree que toca fibras generales y profundas que están más allá de la grieta, dice a este diario que lo sorprende el interés que ha generado. Periodista de investigación maestro, Alconada Mon volverá a esta ciudad para presentar su obra en el ámbito de una actividad conmemorativa de los 20 años de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad del Norte Santo Tomás Aquino que organizan esa institución, Editorial Planeta y LA GACETA (ver “La presentación”).
Directo en la crítica, el periodista multipremiado del diario La Nación apunta que quedó atrás la época en la que el lobby se preocupaba por presionar a jueces y fiscales para preservar a los políticos. “A la Justicia hoy le piden, sobre todo, que proteja a los empresarios”, observa en un diálogo telefónico. Y sugiere seguir el desenlace de la investigación del juez Claudio Bonadio respecto de Paolo Rocca, uno de los hombres de negocios más poderosos del país, en la megacausa de los cuadernos de las coimas. Añade: “hay que ver qué pasará con la situación procesal de Rocca porque allí Bonadio emitirá una señal para todo el sistema. Si lo procesa, indicará que esta vez va en serio. Si Rocca queda apartado, vislumbraremos un escenario muy distinto. Existe un amesetamiento en este caso y hay múltiples interesados en que camine con paso cansino, desde empresarios, jueces y fiscales hasta el propio Gobierno, que busca reducir el impacto en la economía”.
-“La raíz” a esta altura ya tiene vida propia, pero, ¿cómo la define usted?
-Es una puerta, ni siquiera “la puerta”, de ingreso a los sótanos de la Argentina. Por supuesto que no pretendo con este libro describir todos los sótanos argentinos porque es imposible, pero sí es una forma de dar a quien quiera leerlo al menos un atisbo sobre el funcionamiento de las cloacas del país.
-Cuando vino a Tucumán en 2015, a presentar “La piñata”, usted dijo más o menos: “La Argentina será lo que los ciudadanos queramos que sea. Si no reclamamos transparencia, justicia e igualdad ante la ley, no vamos a tenerlas”. Tres años más tarde, ¿la sociedad está avanzando en esa dirección?
-Es un muy buen punto. Mi sensación es que por lo menos hay mayor frustración. Se esperaba más de Cambiemos, por ejemplo, para la regeneración institucional. Se esperaba un corte más profundo con algunas prácticas… Que iba a implementar una reforma electoral, o a instalar la boleta única o la electrónica; que no iba a seguir con una Dirección Nacional Electoral que dependa del Poder Ejecutivo... En definitiva, ¿cuáles son los cambios en el sistema electoral que se introdujeron? Muchos votantes de Cambiemos tenían esperanza, pero, quizá, el gradualismo impidió ver transformaciones concretadas, al menos no con el nivel anhelado.
-¿Dispone todavía el Gobierno de la posibilidad de cumplir sus promesas institucionales?
-Hoy por hoy Cambiemos tiene pocos cartuchos para gastar y va a elegir muy bien cómo los usa. Sí están debatiendo una reforma electoral, pero hay que ver cuán profunda será. ¿La ley de extinción de dominio (de los bienes adquiridos mediante actos de corrupción) va a salir o no? La prioridad del Gobierno es sacar adelante el presupuesto: en lo demás quizá logren sólo algún avance parcial.
-La Ley del Arrepentido, que impulsó la causa de los cuadernos, ¿quedará entonces como la mayor conquista en la lucha contra la corrupción de este período?
-Ese es uno de los avances, sí. Por supuesto que el Gobierno tuvo que transigir: la figura del arrepentido no es la ideal ni mucho menos. Es una herramienta que no tiene toda la potencia que podría tener: la delación premiada de Brasil es un “Audi TT” mientras que la nuestra es un “Renault 12”. ¿Te lleva a destino? Sí. ¿Tienen las mismas prestaciones? No. ¿Podés ir a la misma velocidad? Tampoco. Algo parecido pasó con la Ley de Responsabilidad Penal Empresaria: es muy buena porque antes no existía y me alegra que la hayan sancionado, pero no es la ideal. De hecho eliminaron la posibilidad de disolver la personería jurídica. Es un ejemplo de cómo a una muy buena herramienta le quitaron parte de su potencia, del riesgo y de la sanción. Pero, para ser justos, hay que decir que este Gobierno sí dio pasos necesarios para la reconstrucción institucional de la Afip, que venía de estar en manos de Ricardo Echegaray y de Ángel Verdinelli, y hoy por hoy, después de la gestión de Alberto Abad, es mucho más profesional y exhibe menos politización que en 2015. En este Gobierno hay luces y sombras, en algunos ejes ha avanzado y en otros tiene mucho pendiente. ¿Otro ejemplo? La Oficina Anticorrupción sigue en la órbita del Poder Ejecutivo, lo cual es un horror.
-Sergio Moro, el juez del “Lava Jato” brasileño, anunció que será ministro de Jair Bolsonaro. ¿Esta decisión mancha su tarea en la investigación de corrupción más grande de la región?
-Sí. Me sorprendió y me decepcionó. Moro manchó una investigación judicial intachable con una decisión personal egoísta. Ahora sí muchos seguidores de Lula pueden alimentar la idea de que hubo una persecución política.
-Finalmente siempre aparece la política metida en la Justicia...
-Sí, pero la falta de credibilidad de los jueces obedece a causas más profundas. Los reproches que se hacen a la Justicia son múltiples: que se hinca ante el poderoso y es inflexible con los débiles; que garantiza unos enormes niveles de impunidad para el establishment; que es ineficaz incluso para investigar y sancionar delitos comunes… El Poder Judicial tiene un problema de delivery, como lo llaman los gringos, que es simplemente la capacidad para brindar resultados. Si en definitiva hay que estar años para desalojar un inquilino; si los hurtos no son castigados; si las denuncias de corrupción no llegan a ningún lado, como bien reconstruimos en Tucumán (con una investigación periodística conjunta entre Chequeado y LA GACETA, con la dirección de Alconada Mon), la pregunta, entonces, es: ¿para qué te tengo? Si encima no pagás Impuesto a las Ganancias… Se supone que todo esto es para que seas un juez independiente que vas a estar solo dedicándote a administrar justicia. Pero, como no son ni imparciales ni extraordinarios, ¿por qué tenemos que premiarlos con la exención tributaria?
-El ministro Germán Garavano dijo que no era bueno que un ex Presidente fuera a prisión. ¿Cómo interpreta esas palabras?
-Garavano es el ministro de Justicia de este Gobierno: lo era antes y lo sigue siendo después del comentario. Me parece sintomático. Si hubiese enunciado una idea propia, ¿seguiría siendo ministro o estaría en su casa? Parece que lo que está expresando es el sentir de muchos en la clase política. Hoy hay más llamados para proteger al empresariado, que es el poder permanente, que a Cristina Fernández de Kirchner, que es el poder coyuntural.
-¿Por qué la prensa está en “La raíz”?
-Porque somos partes del problema, no de la solución. No iba a escribir sobre ello, pero los equipos de campaña me alertaron de que buena parte de los 100 millones de dólares que hacen falta para competir por la presidencia de la Nación van a comprar periodistas, y espacios de publicidad formales e informales. Por honestidad intelectual no podía dejar de lado este aspecto del sistema.
-Usted es periodista y reveló numerosos casos de corrupción que luego le permitieron concebir “La raíz”: ¿ese periodismo no es parte de la solución?
-Pregunto: ¿la mayor parte de los periodistas y de la prensa aporta al debate de los asuntos públicos; aporta a sacar a la luz información que otros prefieren que permanezca oculta y aporta la democracia? ¿O en realidad estamos promoviendo la grieta y la discordia; confundiendo a las audiencias; frivolizando las conversaciones, y dejando a la sociedad expuesta a la mentira y a la operación política? En términos generales, ¿los periodistas y los medios buscamos la regeneración institucional de la Argentina, o alimentamos la superficialidad y el antagonismo de la agenda pública?